Nuestra Historia
Para conocer el origen del CEMIDA resultará imprescindible un repaso de las circunstancias que llevaron a algunos militares a repudiar las ilícitas conductas castrenses que se efectuaban en contra del orden constitucional y en abierto apoyo a intereses contrarios a los de su país.
Estos grupos, habían ingresado a las instituciones armadas argentinas motivados por una vocación influida por las ideas y acciones de militares patriotas como los Generales Enrique Mosconi, Alonso Baldrich y Manuel N. Savio, entre otros, a lo que siguió la difusión de las doctrinas nacionales que los Coroneles Carlos J. Martínez y Juan Domingo Peròn, el Brigadier Juan Ignacio San Martin y otros patriotas expresaban y cuyos objetivos fueron liberar a la nación de los estragos producidos por el régimen conservador de la “Década Infame”. Para ello proponían un despegue de la absurda dependencia al imperialismo existente y comenzar una etapa de genuino desarrollo nacional, incorporando al pueblo a la gran tarea de independencia iniciada y planificada por la Generación de Mayo.
El oponente, que siempre ha conocido los puntos débiles de las estructuras nacionales, desarrolló una laboriosa tarea de acción sicológica sobre los militares que apoyaban el cambio, pues sabía que operando contra su pensamiento podía asegurar el fin del proceso de independencia con participación popular. En esta trampa fueron cayendo militares bien intencionados que percibieron falsamente como un peligro para la libertad individual el sostenido avance de las transformaciones. Dentro de esos grupos, ahora “golpistas”, participaron algunos de los que luego fueron fundadores del CEMIDA, entre ellos Gustavo Cáceres, Augusto B. Rattenbach, Carlos M. Gazcón, José Luis García, Luis César Perlinger, Juan Jaime Cesio, Federico Mittelbach y podría seguir la cuenta. Entre los que no cayeron en ese error estuvieron Jorge Leal, Ernesto V. López Meyer, Orlando Yansen, Phillips, Horacio P. Ballester y otros más, incluyéndose algunos grupos de oficiales subalternos. Todos ellos o perdieron sus carreras o sufrieron persecuciones de todo tipo.
Con el tiempo la mayoría de estos militares, los que siempre repudiaron la dictadura y los desengañados, que comprendieron su error, se unieron en un agrupamiento denominado ”Azules”, que entró en abierta pugna con los sostenedores del orden creado, llamado “Colorados”. El enfrentamiento fue violento e inevitable. A los Colorados se les unió en masa la Armada y a los Azules, algunos sectores de la Fuerza Aérea.
Ganaron los Azules y asumieron el control militar y político del país. Pero pese a que estos Azules tenían sectores “violetas” enmascarados (Juan Carlos Onganía, Julio Alsogaray, Pascual Ángel Pistarini, Osiris Villegas, Alejandro Agustín Lanusse, Alcides López Aufranc, Fonseca…) la ilusión democrática parecía renacer y así fue como el Doctor Arturo Illia pudo asumir la Presidencia Constitucional de la República, aunque fue constantemente condicionado por el sector militar. Poco duraría esta ilusión. El sector Azul se dividió y pese a que algunos generales prestigiosos y patriotas como Nicolás C. Hure, Juan Enrique Guglialmelli, Ernesto V. López Meyer y algún otro se opusieron al nuevo dictador Juan Carlos Onganía y luego a sus sucesores Marcelo Levingston y Alejandro Agustìn Lanusse, triunfaron los violetas, poniéndose al servicio del naciente modelo neoliberal globalizado.
El remanente de los militares con orientación “legalista” resolvió conspirar contra la nueva dictadura para devolver definitivamente al pueblo su capacidad de autodeterminación. Este grupo entre los que se contaban los actuales sobrevivientes del núcleo inicial del CEMIDA (Augusto B. Rattenbach, Horacio P. Ballester y José Luis García), organizó una sublevación contra el dictador y así nucleó a importantes efectivos de los Regimientos 2 y 10 de Caballería, el 24 de Infantería y el Regimiento de Infantería de Resistencia. El movimiento conocido con el nombre de “Revolución de Azul y Olavarría”, aunque fue derrotado en el terreno , impidió la materialización del plan de continuidad del dictador, que el 22 de agosto de 1972 toleró el asesinato a mansalva de prisioneros políticos desarmados en la Base Naval de Trelew.
Los derrotados fueron condenados a penas diversas y sus principales integrantes los Coroneles Florentino Díaz Loza, Manuel García, Fernando Amadeo Baldrich, Horacio P. Ballester, Gustavo Cáceres, Carlos M. Gazcón y José Luis García al cumplir sus condenas, decidieron continuar sus tareas para terminar con la dictadura. Al salir en libertad esperaba a este grupo el General Juan Enrique Guglialmelli, uno de los militares menos recordados aunque quizá el más ilustrado de su generación. Con su revista “Estrategia”, de inolvidables contenidos, difundía la esencia de los problemas nacionales y latinoamericanos y la situación real del país y sus habitantes. En forma generosa ofreció a los liberados formar el Consejo de Redacción de su revista, con un modesto estipendio que solucionaría alguna necesidad impostergable. Allí fueron José Luis García, Carlos M. Gazcón, Augusto B. Rattenbach, Horacio Ballester y Gustavo Cáceres.
Esa época fue importante desde el punto de vista de la formación política nacional y popular del grupo, ya que les permitió conocer a los principales referentes de todos los colores políticos democráticos, escuchar las razones y los argumentos de personajes de todos los ámbitos de la cultura, aún de aquellos que eran calificados como” subversivos “y descubrir la orfandad ideológica con que el Ejército los había formado. Conocieron además entre otros, a Liber Seregni y a Héctor Gutiérrez Ruiz en el Uruguay, a los integrantes de la “Revolución Peruana” y muchos militares con orientación democrática de Latinoamérica y el Caribe. Así fue como maduró el proyecto de formar un agrupamiento de militares aptos para la futura democracia Argentina y de la Patria Grande.
Todo se potenció y adquirió dimensiones populares, cuando el General Perón, desde el exilio, los conectó a través de su representante Juan Manuel Abal Medina. Comenzó otra historia, ahora sí realmente nacional y popular, que transformó su accionar a fin de, por fin, poder servir y no servirse de las aspiraciones del pueblo y repudiar para siempre los golpes militares. Al asumir Perón la presidencia constitucional devolvió el grado militar a quienes la dictadura había dado de baja pero mantuvo en situación de retiro a todo el conjunto. “Prefiero tratar con generales derrotados que con coroneles victoriosos” expresó con gran sabiduría. Los militares no deben ser nada más que el poder militar. El poder político es civil. El militar que lo pretenda que pida el retiro y compita políticamente.
Solamente algunos: Carlos M. Gazcón, Augusto B. Rattenbach y José Luis García fueron nombrados, en situación de retiro, profesores en las escuelas militares superiores castrenses. Al resto se les ofreció empleos civiles en la administración pública, o como dijo el General Perón, “al banco de los suplentes”. Luego, su muerte y el comienzo del Terrorismo de Estado y la puesta en marcha de una capacidad de resistencia popular llena de peligros para todos los sectores de la población. El sector militar también sufrió las consecuencias de la resistencia. Sólo basta con recordar el asesinato del Mayor Bernardo Alberte y los abusos contra los Coroneles Luis César Perlinger y Juan Jaime Cesio, el Capitán José Luis D´Andrea Mohr, el Teniente Coronel Federico Mittelbach y tantos otros. Las reuniones secretas se realizaban con ciudadanos que resistían a la tiranía, pensando y diseñando el futuro destino militar para la lejana democracia, que al fin llegó el 10 diciembre de 1983.
El 15 de noviembre de 1984 el grupo de militares que había pugnado por devolver la soberanía democrática a su pueblo, da origen al CEMIDA con la misión autoimpuesta de luchar por el mantenimiento y perfeccionamiento de la democracia en la Argentina y contribuir a la transformación y perfeccionamiento de las instituciones militares, colaborando con la justicia en el juzgamiento de aquel personal que hubiera cometido delitos. No fue fácil la tarea inicial, sólo tres días habían transcurrido desde su creación, cuando la reacción celebró esta aparición con una bomba que destruyó sus instalaciones. A ello se sumó la difusión de panfletos, amenazas telefónicas y otras agresiones. En el orden individual muchos miembros recibieron presiones para apartarse del CEMIDA por considerarlo una organización que “atentaba contra las fuerzas armadas”. Un inicialmente débil poder político permitió que en la Argentina democrática se sancionara a los militares que defendían la democracia y no a los que agraviaban al Presidente y a las instituciones recuperadas. Prueba de ello fueron las múltiples sanciones que debieron soportar el General de Brigada Ernesto V. López Meyer, los Coroneles José Luis García, Juan Jaime Cesio, Luis César Perlinger, Horacio P. Ballester, el Capitán José Luis D `Andrea Mohr, el Teniente Coronel Federico Mittelbach y otros. Luego su accionar se pudo efectuar sin mayores problemas, siempre al servicio de las instituciones democráticas de la República.
En marzo de 2012 algunos de los fundadores del CEMIDA propusieron que había llegado el momento de su desactivación, ya que apreciaron que su misión estaba cumplida y además, por la avanzada edad de su grupo directivo, convenía cesar sus actividades
Para esos fines fue necesario apreciar si era cierto que la misión estaba cumplida teniendo en cuenta todos los factores. EL análisis efectuado evidenció que el progreso en todos los órdenes resultaba evidente y, en particular, en el sector de la Defensa Nacional, que experimentó cambios realmente substanciales. Pruebas de ello lo constituyeron la inédita propuesta del Ejército en el documento “Plan Ejército Argentino Proyectado en el Horizonte 2025” y la reestructuración de todo el sector militar puesta en marcha de la manera que fue difundido en nuestro documento “Defensa Nacional”.
Pero apreciar que todo estaba en orden y que los sectores más reaccionarios del país y del imperialismo habían abandonado sus aspiraciones destituyentes, constituía un error. Por ello no debían eliminarse las opiniones constructivas, que serían aquellas que propusieran o pudieran proponer cursos de acción alternativos que fueran aptos, factibles y aceptables, pero no abandonar la lucha en forma prematura. ”Nunca se es suficientemente fuerte en el lugar de la decisión” expresa un principio militar.
Por otra parte la comprobación más evidente de que el CEMIDA podía ser útil, era la cantidad de requerimientos de múltiples sectores sociales para que continuara en la lucha al servicio del pueblo de la Nación Pero era también muy claro la imposibilidad de renovar a sus integrantes por la barrera institucional que significaba la denominación de “militares”, exigida por sus estatutos para los miembros componentes.
Otro argumento esgrimido para dar por cometida la misión del CEMIDA fue que todo debía terminar porque el peso de los años de sus integrantes podría limitar su accionar. Argumento que se descalificaba por su sólo enunciado, al observar la presencia de tantos adultos mayores ilustres liderando las luchas por la definitiva liberación de sus pueblos.
Es por todo lo analizado que en el mes de abril del año 2012, se resolvió:
1. Dar por finalizada la existencia de la organización conocida como Centro de Militares para la Democracia Argentina, pero no sus aportes.
2. Encargar a Elsa Bruzzone la comunicación a los socios de la Institución de lo resuelto en 1 , así como la guarda de todos los archivos y otros instrumentos y documentos de la Organización. No existen otros activos.
3. Dar por finalizada la validez de los cargos directivos de la ahora disuelta Comisión Directiva del CEMIDA.
A partir de allí se adoptó el nombre de Centro de Militantes para la Democracia Argentina.
Luego del fallecimiento del último integrante y fundador del CEMIDA que quedaba con vida, el CNL (R) José Luis García, el 18 de julio de 2018, en homenaje a él, mi gran amor, compañero, camarada y amigo, y a todos los camaradas muertos, la organización vuelve a ser CENTRO DE MILITARES PARA LA DEMOCRACIA ARGENTINA y así continuará hasta el final de mi vida pues soy la MEMORIA VIVA DEL CEMIDA. PROFESORA ELSA M. BRUZZONE
Actividades desarrolladas desde la fundación del CEMIDA hasta abril de 2012